El envejecimiento es un proceso inevitable en la vida de todos los seres vivos, a menos que la muerte llegue prematuramente. Este proceso acarrea cambios graduales para los cuales no siempre estamos preparados, pues se van perdiendo algunas habilidades físicas, se pierden seres queridos y amistades, se pierde el trabajo a través de la jubilación y el lugar preponderante como jefe de familia disminuye también.
Es natural que sobrevenga una disminución del estado de ánimo, pero no debe suceder nada más. En el envejecimiento normal la memoria y las habilidades intelectuales se conservan aunque quizá los procesos se realicen menos rápidamente que en edades más jóvenes.
De manera desafortunada no todas las personas mantienen sus capacidades mentales y gradualmente el papá o el abuelo de la casa dejan de ser los mismos. Con la convivencia diaria, este proceso patológico de pérdida de facultades es poco perceptible al principio y conforme sigue pasando el tiempo, los cambios se van haciendo más notorios pero se atribuyen a la edad.
A final de cuentas papá ya no es el mismo: participa cada vez menos en las decisiones del hogar y la familia, tiende a aislarse, olvida cosas primero banales (¿dónde dejé las llaves?) y más adelante no sabe qué hace con el dinero, ya no puede hacer transacciones comerciales, olvida fechas importantes, olvida que ya platicó de una situación y la repite frecuentemente como si fuera la primera vez, ya no sabe hacer trámites que antes realizaba con facilidad, puede perderse si se aleja de su vecindario, cometer errores de juicio, creer firmemente en ideas fuera de la realidad, por ejemplo “mi esposa (80 años de edad) me engaña con el vecino (30 años)” y empezar a desconocer personas de la familia, incluso a los hijos, así como a perderse dentro de su propia casa, perdiendo la capacidad de hacerse cargo de sí mismo, hasta llegar a la dependencia total incluso para las actividades de la vida diaria, como alimentarse, asearse o desplazarse.
La descripción previa corresponde a un cuadro de demencia que se define como la pérdida de memoria y otras funciones cerebrales especializadas, de suficiente magnitud para interferir con las actividades laborales y el desempeño social.
Existen muchas causas de demencia pero la más frecuente y conocida es la Enfermedad de Alzheimer, proceso de causa desconocida que produce degeneración del cerebro en el curso de años hasta que se pierden por completo las características de la persona como tal, creando una dependencia progresiva y una necesidad de cuidado constante a alguien que no se percatará de ello y mucho menos lo agradecerá.
Quienes conviven con personas que van envejeciendo, deben estar alertas ante datos de alarma y nunca minmizarlos pensando erróneamente que es natural que sucedan por el paso de los años.
Algunas causas de demencia pueden tratarse y detener o revertir el proceso, por lo que es muy importante acudir al especialista para definir la situación y dar el tratamiento apropiado.
Aún cuando se concluya que el proceso es degenerativo, siempre hay algo que ofrecer para mejorar el desempeño mental del afectado en las primeras etapas de la enfermedad, mejorar algunos síntomas como los trastornos del sueño, depresión anímica, inquietud, entre otras y, sobre todo, para rodearlo de cariño y cuidados que hagan más llevadero el proceso para el mismo enfermo y para la familia.
En estos casos siempre se debe tener presente que el enfermo no es responsable de lo que le está pasando, que no podrá apegarse a instrucciones o a una disciplina y que la pérdida de sus habilidades no tiene regreso, por lo que la familia tendrá que hacer adaptaciones para evitar riesgos y complicaciones y ofrecer la mejor calidad de vida que sea posible.
Papá seguirá siendo el padre, pero ahora necesitará ser cuidado todo el tiempo, como él mismo lo hizo con los hijos pequeños, quienes ahora tendrán la oportunidad de retribuirle todo aquello que él hizo por ellos en su momento.
Dra. Lilia Núñez Orozco
Jefe del Servicio de Neurología, CMN 20 de Noviembre, ISSSTE.