COVID-19, Espiritualidad y Psiquiatría

Por: Dra. Sherezada Pool García, Coordinación de Secciones Académicas de la Asociación Psiquiátrica Mexicana, APM, y el Dr. Raymundo Macías Avilés, expresidente de la APM.

Sanamente.mx.- Consideramos que  el  ser  humano es una unidad integral, biológica, psicológica, social y espiritual. Así entendido, el hombre es un ente biológico, y como los demás, nace, crece, tiene un proceso de desarrollo y maduración, se reproduce, declina y muere. Por su condición psicológica es un ser vivo pensante, consentimientos y comportamientos complejos, capaz de relacionarse y comunicarse con sus semejantes y con el mundo que lo rodea; muchas veces con dificultades, problemas y alteraciones, ya sea en forma individual o grupal, a través del lenguaje simbólico, verbal y no verbal y de ritos y conductas sociales. Todo esto adquiere un profundo significado en su dimensión espiritual, mediante el ejercicio de la reflexión y voluntad, en ocasiones disminuidas o alteradas, en busca de su trascendencia, con el uso responsable de su libertad, lo que no siempre puede lograr.

Por mucho tiempo, la dimensión espiritual no era tomada en cuenta, por el cientificismo positivista y materialista en que so- lamente lo tangible, lo concreto y lo mesurable, y más aún, lo sujeto al método experimental, era considerado válido para la ciencia, además de un antropocentrismo narcisista exagerado y mal entendido, al querer considerarse al ser humano como el centro del universo.

Por fortuna ha sido en el campo de la psiquiatría y de la psicoterapia frente a los procesos de angustia, depresivos y de duelo, ante pérdidas significativas o la amenaza de ellas, como de la salud, la libertad, de la propia vida o la de seres queridos, donde esta dimensión adquiere nuevamente una gran relevancia. Esto es lo que estamos viviendo ante la pandemia que nos azota.

Dentro del contexto de la vida humana, existen necesidades que requieren ser satisfechas, pero esto no ocurre a veces de una manera armónica, y , pudiera ser que el desarrollo afectivo o espiritual, por ejemplo, no se den al mismo ritmo de las otras áreas, porque no se les alimentó, o bien no se hizo adecuadamente por diferentes motivos, en lo afectivo por rechazo, abandono, maltrato, abuso u otros patrones relacionales, familiares o sociales, inadecuados; y en lo espiritual por ignorancia o soberbia de no aceptar nuestra condición de criaturas limitadas y dependientes. En el afán de llenar este vacío, buscamos el poder y los bienes materiales y en lugar de que todo esto nos sirva para mejorar nuestro mundo y entorno relacional, invertimos el pro- ceso y nos ponemos al servicio de ellos, pudiendo llegar al ex- tremo de convertirnos en esclavos de los mismos, y al no haber consecuentemente un desarrollo ni una maduración adecuada de estas áreas, quedamos por decirlo de algún modo, sin vínculos afectivos profundos con los otros, ni con lo trascendente, raquíticos espiritualmente, todo lo cual puede ocasionarnos, di- versos grados de ansiedad, desesperanza, depresión, vacío e insatisfacción.

La espiritualidad es el conjunto de ideas, sentimientos, y prácticas referentes a la vida del espíritu, es inmaterial y dotado de razón.

La espiritualidad puede agregar a nuestra existencia recursos internos que nos proporcionen fuerza, creatividad, humanidad y sentido a nuestras vidas, lo cual puede ser de extraordinario valor en las circunstancias actuales. Puede apoyarnos con elementos que permitan superar o afrontar mejor las situaciones como la actual Pandemia por COVID-19. Sabemos que cultivar la dimensión espiritual mejora la salud mental y se relaciona con un mayor bienestar.

Dentro del conjunto de las necesidades humanas, están las de significado y trascendencia. Apoyado en su sistema de creencias y valores, el hombre busca darle un significado a su vida, a su existencia, incluso al dolor y al sufrimiento, a la enfermedad y aún a la misma muerte.

En marzo de 2020, la OMS declaró la Pandemia por COVID-19. En todo el mundo, las autoridades tuvieron que tomar decisiones complejas, de gran repercusión para la vida, lo social, económico y psicológico. El riesgo de morir surge y genera importantes temores, se enfrentan crisis de gran magnitud. Nos cambió la vida radicalmente, sin importar raza, geografía, posición socioeconómica, cultura, religión o creencias. Estar vivos implica la aceptación de cambios, de pérdidas, que duelen pro- fundamente en el cuerpo y en el alma.

El confinamiento obligado, el miedo a contagiarse, enfermar e incluso morir, tiene un impacto grave en nuestra estabilidad emocional. Si le agregamos a esto, la información desmedida, confusa y alarmista, el desequilibrio socioeconómico, entonces se deja al descubierto una serie de carencias en salud mental en la población, que le impiden enfrentar mejor esta crisis.

Se ha evidenciado la necesidad de implementar estrategias de promoción de la salud mental que permitan a las personas, desarrollar resiliencia a esta situación tan complicada. Se han re- saltado las formas de autocuidado que van desde lo físico hasta lo espiritual.

Podemos enfrentar esta Pandemia de SARS-COV 2, desde una actitud positiva, una gran motivación personal y la presencia de una esperanza vital. Cultivar nuestra espiritualidad, nos permitirá transformarnos, acceder a nuevas formas de pensamiento, acción y propósitos de vida. Nos permitirá conocernos para po- der entrar en contacto con emociones terrenales como el miedo, la incertidumbre, el vacío, la nostalgia y de esa manera encontrar nuestro camino para el autocuidado.

Desde el contexto de lo espiritual, aceptar, visualizar esta situación como una oportunidad, identificarnos con nuestra espiritualidad, cultivar actitudes de servicio y prudencia, nos permitirá aprender a vivir con la incertidumbre, a mejorar nuestras relaciones humanas, a no victimizarnos, a vivir en el aquí y en el ahora, y por supuesto a mantener una energía vital elevada que nos permita Agradecer; descubrir que somos seres espirituales viviendo una experiencia terrenal humana y con ello, esperar surja lo mejor de nosotros: solidaridad, fraternidad, alteridad y amor.

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