La enfermedad de parkinson (EP) es una alteración neurológica, que se caracteriza por la pérdida prematura de algunas células del cerebro. Suele presentarse después de los 50 años, aunque existen casos desde antes de los 40, lo que se conoce como parkinson juvenil. Aunque esta enfermedad es un padecimiento crónico, puede ser tratada y controlada eficazmente.
A pesar de que se desconoce la causa de esta enfermedad, si se han identificado algunos factores que pueden tener relación como son: aspecto infeccioso, genético, tóxico y envejecimiento prematuro.
De acuerdo a información del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía %u201CManuel Velasco Suárez%u201D, se estima que en nuestro país 50 de cada 100 mil habitantes pueden padecerla y aunque la causa puede ser indefinida, se habla de un desequilibrio químico que produce una disminución en la secreción de un neurotransmisor, llamado dopamina que causa un pobre control en la regulación motora.
Los síntomas de la EP aparecen lentamente y sin seguir un orden en particular. De hecho, pueden transcurrir muchos años, antes de que inicien las primeras manifestaciones como el temblor o la dificultad del movimiento lleguen a ser algo más que una molestia.
La EP tiene un curso crónico y progresivo por lo que ha podido establecer diferentes estadios clínicos que son importantes conocer pues el manejo puede ser diferente según la etapa en que se encuentra. Es así como encontramos la unilateral, cuando un sólo lado está afectado, con deterioro funcional mínimo o sin él; afección bilateral o de la línea media, sin alteración del equilibrio; enfermedad bilateral, alteración de mínima a moderada, inestabilidad postural, pero aún independiente y los estadios más graves de la enfermedad son cuando ya se presenta incapacidad grave con alteraciones de la marcha.
El paciente que presenta esta enfermedad ve alterada, sobre todo, su funcionalidad, las actividades cotidianas las realiza con mayor dificultad vestirse, bañarse, abotonarse, rasurarse, peinarse, darse vuelta en la cama, utilizar los cubiertos, cocinar, o manejar le toman más tiempo y puede llegar a ser imposible realizarlos; esto hace que el paciente se aísle y se haga dependiente, así mismo su estado de ánimo se ve muy afectado.
Como en otros padecimientos crónicos, el tratamiento de la EP debe ser continuo. El beneficio para la mayor parte de los pacientes consiste en la mejoría de los síntomas y la capacidad de mantener una actividad física adecuada.
El tratamiento es mediante la administración de medicamentos específicos y en la rehabilitación física. Los fármacos ayudan mucho a mejoran la rigidez, marcha, y postura y el temblor.
El ejercicio físico como la gimnasia, la fisioterapia, actividades recreativas como natación, caminata, ayudan a conservar la actividad motora, a mejorar la postura, la marcha y sobre todo, evitar la inmovilidad y la dependencia.
La rehabilitación física ayudará al paciente cambiar de actitud, favoreciendo su independencia en las actividades cotidianas. Es importante que el paciente que se integre a un grupo de apoyo y que esté en contacto con amigos y familiares, de tal forma que no se aísle y aprenda a vivir con la enfermedad