Mexicana busca descifrar el lenguaje cerebral

A Fernanda Pérez-Gay Juárez le entusiasma saber cómo funciona el cerebro. Estudió medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México, y su primera incursión en la investigación de neurociencia fue en un laboratorio de neurofarmacología de la Facultad de Química donde analizaba el efecto ansiolítico y relajante muscular de la melatonina y sus derivados en animales de laboratorio bajo la tutoría de la doctora Elia Brosla Naranjo.

Después se incorporó a un equipo de investigación de la Unidad de Neuropatología del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía “Manuel Velasco Suárez”, donde investigó los cambios de  las sustancias químicas expresadas en cortes de cerebro humano cuando la persona padecía meningitis tuberculosa. Posteriormente, realizó su Servicio Social en la unidad de Neuropsiquiatría de este mismo hospital, y comenzó a acercarse a la investigación de su interés: la neurociencia cognitiva y la psiquiatría. Y este año y bajo la tutoría del doctor Jesús Ramírez-Bermúdez, realizó un proyecto sobre evaluación del procesamiento emocional en esquizofrenia. En la actualidad se enfoca al procesamiento-categorización del lenguaje en Montreal, Canadá.

Como en alguna ocasión leyó que la ciudad de Montreal era la metrópoli de Norteamérica con mayor concentración de neurocientíficos, la doctora Fernanda decidió migrar a esta ciudad canadiense con el fin de incorporarse a un trabajo de investigación. Allí, tuvo la oportunidad de trabajar en un proyecto sobre esquizofrenia y procesamiento de lenguaje con el doctor Bruno Debruille.

“Fui aceptada en la Universidad de McGill, en el Programa Integrado en Neurociencias, posgrado que consta de estancias de investigación en uno o varios laboratorios. Para irme a colaborar con el doctor Debruille, pedí una beca de posgrado a Conacyt, y otra de complemento a la SEP. Me vine a trabajar en un proyecto que se lleva a cabo en el Hospital Universitario de Salud Mental Douglas (Douglas Mental Health Institute)”.

La doctora mexicana trabajó durante seis meses en este proyecto sobre el procesamiento de lenguaje en esquizofrenia, enfocado a cómo se le da el significado a las palabras cuando las “leemos” o las “escuchamos”, dado que en diversos estudios previos se ha reportado que esto se altera en las personas que padecen esquizofrenia.

“En esta línea de investigación, se utiliza un índice electroencefalográfico. Grabamos la actividad eléctrica del cerebro de los pacientes mientras les presentamos una imagen o una palabra. Existen cambios secundarios a estos estímulos, llamados ‘potenciales evocados’, que pueden identificarse de manera inmediata. Nosotros usamos uno de estos potenciales llamado N400”.

Con estos métodos se han comenzado a estudiar algunas funciones cognitivas complejas. Por ejemplo, explica la doctora mexicana: “si yo digo “tomo mi café con crema y ¿…?”, mi cerebro genera actividad en el área que codifican ‘crema’ o ‘azúcar’ que están en el mismo campo semántico y relacionadas con el contexto de la oración. En cambio sí digo “yo tomo mi café con crema y perro…”, la palabra ‘perro’ es inesperada, incongruente y fuera de contexto. Una palabra congruente y esperada genera una onda N400 pequeña; una palabra incongruente e inesperada genera una onda grande. De acuerdo con esta línea de investigación, los esquizofrénicos tienen diferencias en el N400 porque tienen afectada la memoria de trabajo, que les permite acceder a las palabras relacionadas, además de que tienen mayor dificultad para detectar la incongruencia”.

Los resultados de la investigación podrían indicar que las cosas congruentes en la población “normal”, para un esquizofrénico resultan menos lógicas, y que lo que a nosotros nos resulta incongruente para ellos puede resultar normal. El objetivo de este trabajo era fue explorar si el tratamiento antipsicótico que se les da a los pacientes cambia este índice de procesamiento de las palabras.

Luego de esta experiencia, la doctora se incorporó a un segundo equipo de investigación en neurociencia cognitiva, sobre “El aprendizaje de categorías”; es decir, cómo aprendemos la información, cómo la procesa el cerebro y categoriza en distintas clases para saber a cuál pertenece y cómo se va a interactuar con ella. El trabajo lo lleva a cabo en el Centre de sciences de la cognition de la Universidad de Quebec en Montreal, bajo la supervisión del Profesor Stevan Harnad.

“Cuando procesamos la información del mundo que nos rodea, tenemos que separar mentalmente una cosa de otra para saber cómo interactuar con cada una. A esto llamamos categorías. A través del lenguaje, nosotros ponemos etiquetas a estas categorías, por ejemplo, esto es ¡una mesa! y esto ¡una silla! y en la mesa comemos y en la silla nos sentamos. Buscamos los correlatos cerebrales de este aprendizaje de categorías porque queremos identificar cuándo y cómo el cerebro percibe una cosa distinta otra, a partir de eso genera una regla verbal para decir esto es A o B, y así genera un aprendizaje que le permite relacionarse con el mundo.”

Las alteraciones en este proceso de categorización, relacionado también con el lenguaje, se manifiestan en personas con diferentes enfermedades. Ya sea con daños en una zona específica del cerebro –por ejemplo- el lóbulo temporal cuya función está dedicada al reconocimiento de objetos. Esta área tiene muchos grupos neuronales que, tras registrar los objetos a través de la retina  y ser procesados en el área visual de la corteza, le da un sentido a la imagen basado en lo previamente aprendido.

“Si una persona tiene lesiones de infarto cerebral o enfermedad neurodegenerativas como Alzheimer o Parkinson, pueden desarrollar problemas para identificar  objetos. A pesar de verlos, no pueden identificar para qué sirven. Este fenómeno se llama agnosia, que es la falta de reconocimiento de un estímulo previamente aprendido. Por ejemplo, los pacientes, al ver un vaso o un pluma, saben el nombre pero no para qué sirve, y lo utilizan de manera incorrecta. Las lesiones cerebrales en este tipo de áreas afectan procesos que están relacionados con la categorización”.

La investigación que hasta ahora ha llevado a cabo la especialista mexicana, miembro de la Red de Talentos capítulo Montreal, busca tener una repercusión en el área clínica. La primera línea, por ejemplo, intenta buscar si los medicamentos antipsicóticos, además de quitar las alucinaciones y delirios, también repercuten en el pensamiento y lenguaje, esas partes de la cognición que también están alteradas en esquizofrénicos.

Para la investigadora mexicana todo esfuerzo científico en esta área tiene que estar encaminado a construir teorías que ayuden a responder preguntas sobre cómo funciona el cerebro, para así saber cómo da origen a la mente y “entender por qué, en algunas circunstancias, estas funciones cognitivas esencialmente humanas, pueden alterarse y generar una enfermedad neuropsiquiátrica”. Sólo conociendo bien el cerebro, afirma la doctora, sabremos por qué en algunas circunstancias deja de funcionar como debería y sólo así podremos tratar de dar solución a las circunstancias que generaron el problema.

Acerca Redacción

Equipo de redacción de la red de Mundodehoy.com, LaSalud.mx y Oncologia.mx

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